Erim Juárez y Olga mendoza
Estudiantes de Sociología
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El Perú con toda su diversidad, color y alegría ahora parece sofocado y acalambrado; somos objeto de la incertidumbre, del miedo y de los juegos sucios de los que ahora toman las riendas del país; representamos a los supuestos corderos a los que hay que amansar y la manada descarriada a la que se debe de frenar. El país se encuentra en manos de un gobierno con legalidad, pero sin legitimidad,contando con un 71% de desaprobación, esta postura se refiere a todo lo que hasta ahora se ha vivido.
Un juramento a mano alzada sería el inicio del horror, pues protestas tras protestas saldrían los primeros ataúdes; el horror llegaba a las calles y se apoderaba de los que afuera de casa se encontraban. El gobierno clama «asusadores”, pero el pueblo clama por la renuncia.
La presidenta y su gabinete hizo desde entonces oídos sordos, concentrándose en hacerse la víctima y culpando a otros por lo que era y es su responsabilidad; la legalidad la tiene y nadie se la puede arrebatar, sin embargo la legitimidad brindada por los ciudadanos es algo para lo que su poder no le alcanza. En lo que va de su gobierno, Boluarte y compañía cargan ya sobre sus hombros más de 60 muertos durante las protestas, según la Defensoría del Pueblo.
Pese a esto, parece estar en una burbuja,o que se encuentra semidormida; no reacciona y solo toma decisiones a la desesperada; parece no entender que los tiempos han cambiado y que estrategias del pasado ya no funcionan ahora.
El horror se sembró con disparos que caían como granizos en la sierra los cuales provenían de una institución al mando de la misma presidenta; sin embargo, en sus discursos dice que trabajan por la paz, que quieren el diálogo y que luchan por un mejor país, la pregunta es ¿qué es el diálogo para la presidenta?; pues quizás sea silenciar a todos para que solo se pueda escuchar su voz de mando y de autoritarismo.
La violencia no puede ser justificada en ninguno de los contextos; ni en el caso de manifestantes ni las fuerzas del orden; sin embargo el terruqueo y el vandalizar a todos los manifestantes sólo puede volver más áspera la situación.
Es mucho por lo que hemos atravesado, golpes de Estado, enredos dentro de los poderes ejecutivo y legislativo, corrupción y crisis por doquier; no hay tregua hasta el momento y el panorama parece no cambiar, la realidad de un país se refleja en las calles con turbulencia, en este caso puestas de manifiesto con mayor fervor en las zonas del sur; con el venir de los días se ha ido apaciguando las manifestaciones, esto por el tiempo, el cansancio y en otra parte porque ya en sus mentes los manifestantes firmaron la rendición; sin embargo hay un grupo que todavía no quita el dedo del renglón, pero su lucha ya no es solo contra el Gobierno, sino también contra la indiferencia y las críticas de muchos.
Cajamarca ha manifestado muy poco su malestar, se ha enmudecido en medio del Carnaval, existe muy poca presencia y representación, no somos capaces de unirnos para mejorar; formamos parte de la indiferencia, somos ese grupo que no pone de manifiesto su presencia, estamos en medio de nuestro mundo de colores; estamos tranquilos, pero nos quejamos de nuestra realidad, bailando, bailando decimos que el Gobierno central no hace nada, cantando, cantando no hacemos caso a la manifestación desesperada.
El Carnaval ha llegado cantamos los cajamarquinos, suenan nuestras tarolas, se escuchan nuestras voces y resuenan nuestros pies de los zapateos al ritmo de la música, salen nuestras festividades coloridas dándole con todo esto un batacazo a la realidad en la que vivimos, somos indiferentes, estamos acalambrados para ver la realidad; como departamento formamos parte importante de la historia Peruana desde sus raíces, representamos la cultura, las vivencia y parte de la diversidad, aun así somos ajenos a la realidad.